
Con la Navidad cerca, Sony y Microsoft se pelean por el sitial de honor de la nueva generación de consolas, que saca mayor provecho del poder de cómputo y de la capacidad gráfica de los modernos procesadores multinúcleo.
La PS4 y la Xbox One presentan un aspecto exterior similar, ambas vienen en negro y tienen forma rectangular. Además, hay que recordar que, salvo algunas excepciones, las dos correrán los mismos juegos. Cuando se abordan los detalles del hardware, también hay muchas coincidencias, pero algunas diferencias de implementación se observan en las capacidades gráficas y en el rendimiento o fuerza computacional.
Escrutando los chips
En materia de procesador o CPU ambas consolas tienen el mismo chip fabricado por AMD, de 8 núcleos, lo que otorga un gran poder de cómputo que las convierte en potentes máquinas para el entretenimiento multimedios y no solo para ejecutar videojuegos.
Pero la primera diferencia está en el procesador gráfico, GPU, que acompaña al procesador principal, pues es al que se confía la tarea de “renderizar” o texturizar las imágenes. Sony escogió para la PS4 un GPU con 18 “unidades computacionales”, UC, encargadas de distintos aspectos de la texturización, mientras que en la Xbox One tiene 12 UC.
Pero además de tener 50% más de capacidad de procesamiento visual, la PS4 también tiene a su favor otro factor: la memoria RAM. Si bien ambas consolas poseen 8GB de RAM, Sony optó por memorias DDR5 de 5.500 MHz, mientras que Microsoft escogió memorias DDR3 de 2.133 MHz. De manera que la transferencia de información interna de la PS4 es claramente superior a la de la Xbox One.
Centro multimedios
Microsoft argumenta que la Xbox dispone de un módulo adicional de memoria de 32MB ultrarrápida, que podría compensar la brecha de velocidad de la memoria básica. Para los creadores de juegos el uso de la memoria adicional implica un esfuerzo extra en el desarrollo de los juegos.
¿Por qué Microsoft permitiría que algunos de sus componentes clave no tuviese el máximo desempeño? También se menciona el hecho de que los juegos en la Xbox One se despliegan a 720p, frente a 1080p que exhibe la PS4, que por cierto cuesta 400 dólares, 100 dólares menos que la Xbox One.
La respuesta está posiblemente en que mientras la PS4 fue concebida fundamentalmente como una máquina para los videjuegos, la Xbox One se asimila más a un centro multimedios. Por ejemplo, con la Xbox One, estando en medio de un juego, es posible pasar a ver una película en TV o el último capítulo de una serie preferida en Netflix, con solo un comando de voz. También se incluye en la nueva Xbox, Skype para efectuar videollamadas y acceso a los videos de Youtube, Hulu, Amazon y al catálogo de películas Xbox.
El reto móvil
Más de 7 años han transcurrido desde que los antecesores de las nuevas consolas, la PS3 y la Xbox 360, salieron al mercado. En ese momento, no existían los fenómenos masivos como Farmville, Zynga, Plantas versus Zombies o Angry Birds, que son juegos menos exigentes en cuanto al hardware y pueden ejecutarse en cualquier PC, tableta o smartphone.
Es cierto que los denominados gamers, entusiastas de los juegos en plataformas de alto rendimiento, seguirán apegados a las consolas y a los computadores de escritorio, que son deliberadamente modificados para extraerles más rendimiento gráfico y de cómputo.
Pero se podría estar ante un fenómeno como el de la consola Wii cuando apareció. Los juegos frente al televisor dejaron de ser un nicho especializado y el nuevo tipo de control que introdujo Nintendo extendió el alcance de los videojuegos a una gran base de usuarios.
Del mismo modo que van a surgir aplicaciones móviles para interactuar con las nuevas consolas, su fusión con smartphones y tabletas apenas comienza. Actualmente se está planteando mover hacia “la nube” parte de las capacidades de los juegos, que se siguen vendiendo como el software tradicional en versiones empaquetadas. Es decir, un juego adquirido hoy puede mejorarse con módulos en línea. Tal vez esa sea la característica de la próxima oleada de consolas.